lunes, 15 de febrero de 2021

Consejos y errores de la oratoria

 Consejos

  • Tener confianza en nosotros mismos. Por mucho que nos cueste, debemos tener en cuenta que, con una adecuada preparación, cualquier persona es capaz de vencer el miedo a quedarse bloqueada delante de un grupo de personas que le están mirando mientras habla. Aunque no dominemos completamente el tema, hemos de dar la sensación de seguridad ante situaciones imprevistas o posibles preguntas incómodas.
  • Saber exactamente lo que vamos a decir. Aunque siempre podremos improvisar en algún detalle o ejemplo, lo ideal es llevar bien preparado el discurso. Y seguir el mismo orden que hayamos establecido previamente. No es mala idea ensayar nuestra intervención delante de algún amigo o familiar que nos haga comentarios críticos para mejorar.
  • Mostrarnos relajados. Es normal sentir cierto nerviosismo antes de comenzar a hablar, pero hemos de controlar nuestros nervios para que no se evidencien en forma de temblor de manos o de voz. Para ello debemos respirar de manera profunda y pausada.
  • Mirar a las caras de los asistentes. No debemos bajar la mirada y refugiarnos en los papeles, ni mirar al infinito sin fijar la vista en nada ni en nadie. Si queremos ganarnos al auditorio, tenemos que mirarles directamente, paseando la vista por cada uno de los miembros del público.
  • Vestir adecuadamente, sin llamar la atención. El público se hará una idea inmediata de nuestra capacidad para exponer desde el momento en que nos coloquemos delante, por lo que es mejor dar una buena impresión desde el primer minuto. Si nuestro atuendo resulta llamativo, distraeremos al auditorio del mensaje que queremos transmitir.

Errores que debemos evitar

  • Empezar nuestra intervención cuando todavía hay personas del público hablando o tomando asiento.
  • Comenzar a hablar sin saludar y sin presentarnos.
  • No apagar previamente nuestro teléfono móvil ni recordar al auditorio que haga lo mismo.
  • Adoptar una postura corporal no adecuada. Por ejemplo, si estamos de pie, debemos permanecer erguidos y no movernos demasiado; si estamos sentados, no conviene echarnos hacia atrás de manera informal.
  • Confesar al auditorio que no estamos cómodos o que nos pueden los nervios.
  • Dirigirnos al auditorio de manera demasiado coloquial o con excesiva formalidad.
  • No mirar a los presentes a la cara o darles la espalda.
  • Hablar en un tono demasiado bajo, muy rápido o muy despacio, o no pronunciar correctamente.
  • Quedarnos inmóviles, gesticular en exceso o limitar mucho nuestros movimientos (tipo robot).
  • Repetir gestos o tics a causa del nerviosismo (meter y sacar las manos en los bolsillos, caminar hacia delante y hacia atrás, rascarnos, guiñar, etc.).
  • No concluir una frase o idea que hemos comenzado.
  • Hacer pausas silenciosas demasiado largas.
  • Dirigir la mirada al reloj cada pocos minutos.
  • No sonreír en ningún momento, dando un aspecto de carácter poco amigable o pesimista.
  • Desviarnos de la cuestión perdiendo el tiempo en digresiones poco útiles e interesantes.
  • Usar excesivas muletillas o repetir expresiones sin justificación.
  • Leer alguna cita de manera muy mecánica o sin levantar la vista del papel.
  • Utilizar una presentación de diapositivas como texto básico de nuestra intervención en lugar de como apoyo para completar el discurso oral.
  • No beber agua cuando llevemos un rato hablando y tengamos la boca reseca.




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