jueves, 7 de enero de 2021

Baldomero Espartero

 Joaquín Baldomero Fernández-Espartero Álvarez de Toro (Granátula de Calatrava, 27 de febrero de 1793-Logroño, 8 de enero de 1879), conocido generalmente como Baldomero Espartero, fue un militar español que ostentó los títulos de príncipe de Vergara, duque de la Victoria, duque de Morella, conde de Luchana y vizconde de Banderas, todos ellos en recompensa por su labor en el campo de batalla, en especial en la primera guerra carlista, donde su dirección del Ejército isabelino o cristino fue de vital importancia para la victoria final. Además, ejerció el cargo de virrey de Navarra (1836).

Su padre había encauzado su formación para un destino eclesiástico, pero la guerra de la Independencia lo arrastró desde muy joven al frente de batalla, que no abandonó hasta veinticinco años después. Combatiente en tres de los cuatro conflictos más importantes de España en el siglo XIX, fue soldado en la guerra contra la invasión francesa, oficial durante la guerra de independencia del Perú y general en jefe en la ya mencionada primera guerra carlista. Vivió en Cádiz el nacimiento del liberalismo español, senda que no abandonaría jamás. Hombre extremadamente duro en el trato, valoraba la lealtad de sus compañeros de armas —término que no gustaban de oír los demás generales— tanto como la eficacia. Combatió en primera línea, fue herido en ocho ocasiones y su carácter altivo y exigente lo llevó a cometer excesos, en ocasiones muy sangrientos, en la disciplina militar. Convencido de que su destino era gobernar a los españoles, fue dos veces presidente del Consejo de Ministros y llegó a la jefatura del Estado como regente durante la minoría de edad de Isabel II. A pesar de todas sus contradicciones, supo pasar inadvertido sus últimos veintiocho años. Rechazó la Corona de España y fue tratado como una leyenda desde muy joven.

La Patria cuenta con vuestros esfuerzos, con vuestras virtudes, con vuestra sabiduría, para que hagáis leyes que afiancen sus derechos y destruyan los abusos que se han introducido en el gobierno del Estado. Hacedlas; que la Reina tendrá una gran satisfacción en aceptarlas, y la Nación en obedecerlas.

En cuanto a mí, señores, yo las obedeceré siempre, porque siempre he querido que se cumpla la voluntad nacional, y porque estoy convencido de que sin la obediencia a las leyes, la libertad es imposible.
Baldomero Espartero en la sesión de las Cortes constituyentes del 28 de noviembre de 1854

Sin embargo, según constata el historiador Adrian Shubert:

[hoy en día] Espartero ha sido borrado de la memoria histórica española. Al tiempo que otras figuras cuyo papel en la historia del país fue mucho menos significativo permanecen vivas en el recuerdo, su nombre ha pasado de la idolatría al olvido

 Era el menor de ocho hermanos​ e hijo de un carpintero-carretero, familia trabajadora de la clase media preponderante en un pueblo de casi tres mil habitantes. Tres de sus hermanos fueron religiosos y una hermana, monja clarisa. En Granátula había recibido clases de latín y humanidades con su vecino Antonio Meoro, preceptor de Gramática, con gran fama en la zona, dado que preparaba a los chicos para acceder a estudios superiores. De hecho nombraría posteriormente al hijo de este, Anacleto Meoro Sánchez, obispo de Almería. Cursó sus primeros estudios oficiales en la Universidad Nuestra Señora del Rosario de Almagro, donde residía un hermano suyo dominico, y obtuvo el título de Bachiller en Artes y Filosofía. Almagro contaba con su propia Universidad desde 1553 por Real Cédula de Carlos I y era una ciudad muy activa y próspera. Su padre deseaba para Espartero una formación eclesiástica, pero el destino truncó esa posibilidad. En 1808 se alistó en el ejército para formar parte de las fuerzas que combatieron tras el levantamiento del 2 de mayo en Madrid contra la ocupación napoleónica. Las universidades habían sido cerradas el año anterior por Carlos IV y la propia Almagro había sido ocupada por los franceses.

Fue reclutado junto a un numeroso grupo de jóvenes por la Junta Suprema Central que se había constituido en Aranjuez bajo la autoridad del entonces ya anciano conde de Floridablanca, con el fin de detener en La Mancha al invasor antes de que las tropas enemigas llegasen a Andalucía. Fue alistado en el Regimiento de Infantería "Ciudad Rodrigo", de guarnición en Sevilla,​ en calidad de Soldado Distinguido, grado que adquirió por haber cursado estudios universitarios. Durante el tiempo que estuvo en las líneas del frente en la zona centro-sur de España, participó en la batalla de Ocaña, donde las fuerzas españolas fueron derrotadas.​ De nuevo su condición de universitario le permitió formar parte del Batallón de Voluntarios Universitarios que se agrupó en torno a la Universidad de Toledo en agosto de 1808,​ pero el avance francés lo llevó hasta Cádiz donde cumplía su unidad funciones de defensa de la Junta Suprema Central. Las necesidades perentorias de un ejército casi destruido por el enemigo obligaron a la formación rápida de oficiales que se instruyeran en técnica militar. La formación universitaria previa de Espartero permitió que el coronel de artillería, Mariano Gil de Bernabé, lo seleccionara junto a otro grupo de jóvenes entusiastas en la recién creada Academia Militar de Sevilla. El nuevo destino no evitó que actuase desde el primer momento en escaramuzas con el enemigo durante su formación como cadete, y así consta en su hoja de servicios.​ Se lo integró, junto a otros cuarenta y ocho cadetes, en la Academia de Ingenieros el 11 de septiembre de 1811 y ascendió a subteniente el 1 de enero del siguiente año. Suspendió el segundo curso, pero se le ofreció como alternativa incorporarse al arma de infantería, al igual que a otros subtenientes. Tomó parte en destacadas operaciones militares en Chiclana, lo que le valió su primera condecoración: la Cruz de Chiclana.

Sitiado por los ejércitos franceses desde 1810, fue espectador de primera línea de los debates de las Cortes de Cádiz en la redacción de la primera constitución española, lo que marcó su decidida defensa del liberalismo y el patriotismo.

Mientras la guerra tocaba a su fin, estuvo destinado en el Regimiento de Infantería de Soria, y con dicha unidad se desplazó a Cataluña combatiendo en Tortosa, Cherta y Amposta, hasta regresar con el Regimiento a Madrid.

Camino de América

Terminada la guerra, y deseoso de proseguir su carrera militar, se alistó Espartero en septiembre de 1814 —al tiempo que era ascendido a teniente— en el Regimiento Extremadura, embarcando en la fragata Carlota hacia América el 1 de febrero de 1815 para reprimir la rebelión independentista de las colonias.

La corte fernandina había conseguido desplazar a ultramar a seis regimientos de infantería y dos de caballería. A las órdenes del general Miguel Tacón y Rosique, Espartero quedó integrado en una de las divisiones formadas con el Regimiento Extremadura que se dirigió hacia el Perú desde Panamá. Llegaron al puerto de El Callao el 14 de septiembre y se presentaron en Lima, con la orden de sustituir al marqués de la Concordia como virrey del Perú por el general Joaquín de la Pezuela, victorioso en la zona.

Los mayores problemas se concentraban en la penetración de fuerzas hostiles desde Chile y las Provincias Unidas de Sud América al mando del general José de San Martín. Para obstaculizar los movimientos, se decidió fortificar Arequipa, Potosí y Charcas, trabajo para el cual la única persona con conocimientos técnicos de todo el Ejército del Alto Perú era Espartero, por tener dos años de formación en la escuela de ingenieros. El éxito de la empresa le valió el ascenso a capitán el 19 de septiembre de 1816 y, aún antes de cumplir un año, el de segundo comandante.

Táctica militar

Tras el pronunciamiento de Riego y la jura de la Constitución gaditana por el rey, las tropas peninsulares en América se dividieron definitivamente entre realistas y constitucionalistasSan Martín aprovechó estas circunstancias de división interna para continuar su acoso al enemigo y avanzar, ante lo cual un numeroso grupo de oficiales destituyó a Pezuela como virrey el 29 de enero de 1821, nombrando en su lugar al general José de la Serna e Hinojosa. Se desconoce con exactitud el papel que en este movimiento jugó Espartero, aunque su unidad en conjunto fue leal al nuevo virrey. Sea como fuere, el que sería más tarde duque de la Victoria se empleó a fondo en el sur del Perú y este de Bolivia en un modo de combate singular caracterizado por escasas tropas y acciones rápidas donde el conocimiento del terreno y la capacidad de aprovechar al máximo los recursos a mano eran determinantes. Este modo de operar será el que más tarde desarrolle también en la guerra en España.

Los ascensos de Espartero por acciones de guerra fueron constantes. En 1823 era ya coronel de Infantería a cargo del Batallón del Centro del ejército del Alto Perú. Cuando el bando independentista lanzó la Primera Campaña de Intermedios a inicios de 1823, el general chileno Rudecindo Alvarado trató de penetrar con fuerzas muy superiores por las fortificaciones de Arequipa y Potosí, de las que se sentía especialmente orgulloso Espartero, el general Jerónimo Valdés no dudó en encargar a este la defensa de la posición de Torata, con apenas cuatrocientos hombres, con el fin de hostigar desde ella al enemigo, al tiempo que Valdés organizaba una encerrona. Al llegar los sublevados, Espartero mantuvo durante dos horas la posición causando importantes bajas y replegándose a órdenes de Valdés de manera ordenada, mientras este salía al encuentro del enemigo sin permitirle avanzar y, en un error del general Alvarado al desplegar una línea de frente excesiva, Valdés lanzó un ataque desde el que desbarató las pretensiones de penetración. Tras la llegada de José de Canterac, el enemigo fue puesto en fuga, siendo el Batallón de Espartero uno de los que persiguió a las fuerzas que huían por Moquegua y destacó por destruir por completo la llamada Legión Peruana. El general Valdés consignó en sus calificaciones sobre Espartero:

Tiene mucho valor, talento, aplicación y conocida adhesión al Rey nuestro señor: es muy a propósito para el mando de un Cuerpo y más aún para servir en clase de oficial de Estado Mayor por sus conocimientos. Éste será algún día un buen general...

A su valentía se unía una gran sangre fría y capacidad de engaño al enemigo, infiltrándose entre los sublevados para más tarde arrestarlos y, en juicio sumarísimo, condenarlos a muerte y ejecutarlos. Este modo de proceder sería una constante en su carrera militar. Desde luego, la eficiencia «ejemplarizante» (Foucault) y brutal y premoderna de la represión colonial en los militares Liberales españoles, —repetidos por O´Donnell y Serrano más tarde en Cuba—, fueron lo que terminaron de sellar el camino independentista de los pueblos latinoamericanos frente a la Corona española. Es decir, los pueblos latinoamericanos no se sintieron interpelados por el discurso de los Militares Liberales españoles, —quienes no exhibían mayor diferencia colonialista que los políticos y militares españoles más ultramontanos—, y quienes se caracterizaron también por la dureza en la represión de sus tropas coloniales.

Fin de la etapa americana y regreso a España

El 9 de octubre de 1823, el victorioso comandante fue ascendido a brigadier otorgándosele el mando del Estado Mayor del Ejército del Alto Perú. Tras finalizar labores de control de los restos de insurgentes, La Serna lo envió a la conferencia de Salta como representante plenipotenciario del virrey para la firma de un armisticio que permitiese la extensión de los acuerdos con los insurrectos de Buenos Aires al Perú. En Salta se reunió Espartero con el general José Santos de la Hera, que actuaba en nombre de los comisarios regios. Acreditado, Espartero comunicó a Las Heras que el acuerdo no era posible, pues las fuerzas enemigas carecían de toda capacidad operativa y no se sentía el virrey obligado a otorgar más que la generosidad con la que habían sido tratados. La actitud hostil de La Serna y el propio Espartero hacia los delegados en nombre del rey Fernando se ha interpretado como una afrenta a la Corona para algunos, o como una medida de contención de las aspiraciones independentistas para otros.

La figura de Espartero a esta edad fue trazada por el conde de Romanones como la de:

... un hombre de estatura mediana, por el conjunto y proporciones de su cuerpo no daba la impresión de pequeñez... de ojos claros, mirada fría... sus músculos faciales no se contraían en momento alguno...

 El fin del Trienio Liberal y el retorno al absolutismo volvieron a dividir al ejército expedicionario. La Serna envió a Espartero a Madrid con el encargo de recibir instrucciones precisas de la Corona, partiendo para la capital desde el puerto de Quilca el 5 de junio de 1824 en un barco inglés. Llegó a Cádiz el 28 de septiembre y se presentó en Madrid el 12 de octubre. Aunque obtuvo para el virrey la confianza de la Corona, no pudo garantizar los refuerzos pedidos.

Embarcó en Burdeos camino de América el 9 de diciembre, coincidiendo con la pérdida del Virreinato del Perú. Arribó a Quilca el 5 de mayo de 1825 sin noticias del desastre de Ayacucho, y fue hecho prisionero por orden de Simón Bolívar, estando a punto de ser fusilado en más de una ocasión. Gracias a la mediación entre otras personas, del liberal extremeño Antonio González y González que sufría exilio en Arequipa, fue liberado tras sufrir dura prisión, pudiendo regresar a España con un numeroso grupo de compañeros de armas.

A su llegada fue destinado a Pamplona y, posteriormente, fijó su residencia en Logroño, muy a su pesar. Allí contrajo matrimonio el 13 de septiembre de 1827 con María Jacinta Martínez de Sicilia, rica heredera de la ciudad y gracias a la cual se convirtió en un hacendado.

A pesar de los favorables informes de sus superiores, de regreso en la península hubo de desempeñar funciones burocráticas y destinos menores, lo que lo irritaba. Aprovechó para ordenar su nueva hacienda constituida por la fortuna heredada de su esposa, María Jacinta, y que consistía en un mayorazgo y diversos bienes vinculados donde se encontraban importantes fincas rústicas y urbanas y cerca de un millón y medio de reales procedentes también de los beneficios en las inversiones que los tutores de su esposa habían realizado durante la minoría de edad de esta.

En 1828 fue nombrado comandante de armas y presidente de la Junta de Agravios de Logroño y después se lo destinó al Regimiento Soria destacado en Barcelona primero, y Palma de Mallorca más tarde.

La impronta de la experiencia americana

Aunque no participó en la decisiva batalla —lo que provocaba sus iras al serle mencionado—, sí que lo hizo en muchos otros enfrentamientos y, de hecho, él y muchos de los oficiales que lo acompañaban serían conocidos en España como «los Ayacuchos», en recuerdo de su pasado americano y de la influencia que sobre sus ideas políticas tuvieron otros militares liberales que participaron en aquella guerra. Su actividad en la campaña americana fue febril y destacada por sus conocimientos en topografía y construcción de instalaciones militares, su capacidad de actuar rápido y con pocos efectivos, la virtud de movilizar con prontitud tropas y la autoridad que le reconocían sus soldados. Los méritos de guerra fueron numerosos, aunque hizo poca mención de ellos en los años posteriores.

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